Hoy en día es difícil recordar el sentido del adviento. Pues
generalmente solo experimentamos el hastío de los días de diciembre. Hay muchos
regalos que comprar, una casa que decorar y tarjetas a mandar. Quizás más que
alguno se preocupa más por la foto de navidad que por la preparación espiritual
a la fiesta.
En mi casa, por lo menos, uno de los elementos que más
llamaba la atención eran las luces. Era muy importante decorar bien el árbol y
la casa con luces. A mi mamá le encantaba. Y más que un diciembre hicimos un
tour de algún u otro barrio conocido por poner luces hermosas fuera de las
casas.
Pero hay otras luces de adviento. En muchas familias, se
tiene la tradición de poner la corona de adviento. De hecho, en los días de preparación
para Navidad, es más correcto poner la corona de adviento que las luces de
Navidad. Pues todavía no es Navidad. Hay que acostumbrarse a esperar las cosas
buenas.
Quizás uno de los defectos principales de nuestro tiempo es
la impaciencia. No se quiere esperar a nada. Pero al final no da el mismo
gusto. Pues el placer robado no es tan dulce como el placer ganado. Y si nos
preparamos día por día a la celebración de la Navidad, estamos ganando un
premio muy especial.
Las velas de la corona de adviento son un recuerdo de cómo
es especial este tiempo. El primer domingo de adviento, que este año cayó el 30
de noviembre, se enciende una solo vela. Si uno apaga las luces, no logra
iluminar bien el espacio. Pero mientras van avanzando las semanas, se van encendiendo
más luces y crece la esperanza de Cristo, nuestro Salvador.
Alrededor de la mesa, se van descubriendo las caras de los
demás. Pues la primera semana, apenas se puede vislumbrar las características
de las demás personas. Pero poco a poco se van definiendo, hasta que la luz de
Cristo esclarece el verdadero rostro del otro. ¿Por qué es tan romántico poner
una vela en la mesa? Pues porque así uno tiene que esforzarse más por ver al
otro y así va descubriendo la belleza que tiene tanto en el rostro como en el
corazón.
Este adviento, preocúpese menos por las cosas externas de la
fiesta y más por el propio corazón y los corazones de los demás. Pues estamos
preparándonos para la venida de Cristo el Salvador.
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