En mi
familia somos 8 hijos. Y crecimos muy cercanos a otra familia de 7 hijos. Más
que amigos, parecíamos primos. Todos son bastante buenos, la verdad. Y todos
recibían la fe. El tercero en la otra familia es una niña. Se ve que se confundió
algo en el camino y a los 17 años quedó embarazada fuera del matrimonio. Lo
veíamos como una tragedia familiar. Se veía que uno de los nuestros había caído
en desgracia. Mi mamá contó que la mamá de la niña pensó en el aborto. Mi mamá
le dijo que “si somos pro-vida, tenemos que creer que cada vida es un don de
Dios al mundo. Esa joven dijo “sí” y ahora su hija está creciendo y feliz. Todo
dependía de un “sí”.
San
Bernardo de Claraval explica la Anunciación de una manera simpática. Explica
que todos los ángeles del universo estaban pendientes de la respuesta de María.
Pues todo el plan de salvación dependía de su “sí”.
El “sí”
de María es generoso, total e incondicional.
El “sí”
de María es generoso. Muchas veces nosotros podemos decir un “sí” esperando dar
lo menos posible. El otro día en el Club pedí a un chico ayudar en la
decoración para el convivio navideño. Dejó unos manteles rojos y se fue. Faltó
seguimiento en su proyecto. María no sabía que le estaba pidiendo. Es un poco
así cuando un chico pide la mano de una niña para el matrimonio. Ella no sabe
si él tendría siempre empleo y casa. No sabe si estará siempre de buen amor.
Sólo puede confiar en el amor a su persona que tiene el novio. María sabía que
Dios le amaba y que siempre iba a procurar su mayor bien. Por eso responde con
un “sí” generoso.
Es un
“sí” total. Nosotros muchas veces tenemos dudas en el corazón. Muchas veces nos
han engañado. No queremos volver a encontrar en una situación de engaño. Por
eso, nos falta el “sí” total. Hoy hemos escuchado el Evangelio de la
Anunciación. El ángel Gabriel fue enviado por Dios a una humilde virgen que se
llamaba María. Pero esta virgen es maravillosa. El ángel le encuentra ya llena
del Espíritu Santo. Pero es diverso cuando el ángel le saluda a María. Le dice
“Dios te salve, María. El Señor está contigo”. El ángel la encuentra ya llena
del Espíritu Santo. Cuando María le encuentra a su prima Isabel esta prima
mayor le dice a la muchachita “dichosa tú porque has creído”. Ya posee el
Espíritu Santo. Es por esta gracia que puede responder con un “sí” total.
Es un
“sí” incondicional. Nosotros siempre queremos control sobre las propias vidas.
No nos gusta cuando entramos en un contrato y parece que la otra parte tiene
mayor autoridad y poder. Queremos poner cláusulas que nos protegen. Incluso en
el matrimonio, a veces entran los novios pensando cada uno en cómo protegerse
en caso de divorcio. Pero no puede ser así. María no pone ninguna condición a
los planes de Dios. No dice “yo seré Madre de Dios, pero sólo si vivimos en un
palacio”. El Niño nace en un establo. No dice “quiero ser rica”. Será esposa y
madre de carpinteros. No dice “pues, por lo menos, no quiero ver sufrir a mi
hijo”. Será testigo de su Pasión y Muerte en la Cruz. Es un “sí” incondicional.
Podemos
aprender mucho, contemplando el “sí de María”. Muchas veces podemos partir de
un “sí” equivocado como era el caso de mi amiga que quedó embarazada a los 17
años. Pero en el tiempo y con generosidad con Dios puede superar muchos
obstáculos. Ahora tiene un esposo maravilloso y una familia linda como pocas.
Que cada uno de nosotros examine los “si” de nuestras vidas y vea si es un sí
generoso, total e incondicional como el “sí” de María. Quizás tendremos que
pedir perdón a un vecino, mi papá, mi mamá, mis hijos, pero puedo ir
perfeccionando este “sí”. Que así sea.