Muchos pueden preguntarse cómo vivir la misa. Es
algo tan conocido que ya estamos muy acostumbrados a estar allí. Pero quizás
nos falta el sentido de lo que estamos haciendo. Nos distraemos. Sentimos calor
o frío. Nos aburrimos. Y somos testigos de un milagro.
Si vieras a un hombre caer de diez pisos y está
allí tirado en la calle, ¿qué harías? ¿Te acercas? ¿Te alejas? ¿Qué haces?
Ahora, imagínate que se levanta y se va caminando del lugar. ¡Increíble! Es
algo que nunca se te va a olvidar. Y ciertamente ha captado tu atención durante
los 30 o 40 minutos que has estado allí. Y sin embargo, no logramos prestar la
atención a algo mucho más maravilloso que toma lugar cada vez que acudimos a
una santa misa.
Aquí te quiero dejar 10 tips para vivir la misa.
1 . Saber
que estás en un lugar sagrado.
¿Qué significa “sagrado”? Es algo que está separado
para uso en el culto a Dios. Quiere decir que no se puede usar para nada más.
Uno no puede usar un cáliz para tomar Coca Cola. Porque es una copa que se usa
solamente en la misa. De la misma forma, la iglesia donde tenemos misa es un
lugar sagrado. Cuando entramos, debe haber una cierta reverencia en nuestras
almas. Debe llevar una calma a nuestras almas. Estamos allí para adorar a Dios
y para nada más. Puede ayudar tomar una pausa antes de entrar en la iglesia y
pensar: “¿En dónde estoy entrando? ¿Qué voy a hacer ahora? ¿Por qué se guarda
silencio aquí?” Muchas veces podemos ver que la gente platica en la iglesia.
Realmente da pena, porque es olvidarse del sentido sagrado del lugar. Debemos
de respetar siempre el lugar. Si dices que no importa tanto, no te sorprendas
cuando te aburres en misa.
2. Estar
en vida de gracia.
Ah entonces si no estoy en vida de gracia no voy a
misa. ¡Obvio que no! Es siempre mejor ir a misa, aunque uno no esté en vida de
gracia. Pero se podrá aprovechar mejor si uno está en vida de gracia. Pues la
misa es una oración muy especial de unión con Dios y nos ayuda mucho poder
comulgar espiritualmente con Él durante la misa y para esto es un elemento
clave estar en vida de gracia. Las personas que no pueden comulgar por estado
de vida deben de pedir mucho a Dios para lograr una comunión espiritual con Él
durante la misa.
3. Prepararse
para escuchar las lecturas y la homilía.
“Mira, te llama. Es Dios”. En la misa, nosotros
podemos escuchar a Dios gracias a las lecturas de la Sagrada Escritura. El Catecismo de la Iglesia Católica en el
número 2653 retoma las palabras de San Ambrosio cuando dice que: “a Dios
hablamos cuando oramos, a Dios escuchamos cuando leemos sus palabras”. (San
Ambrosio, De officiis ministrorum) En
la primera parte de la misa, que es la liturgia de la palabra, nosotros
escuchamos a lo que Dios nos quiere decir. La Iglesia selecciona las lecturas
de cada día del año para que podamos aprovechar a conocer una buena parte de la
Sagrada Escritura. Luego en la homilía, el sacerdote o diácono nos ayuda a
aplicar las lecturas a nuestra vida cotidiana. Podemos prepararnos leyendo las
lecturas desde antes o por lo menos escuchando con atención cuando vienen
proclamadas durante la misa. El lector tiene la misión muy especial de hacer
que todos entiendan lo mejor posible lo que está proclamando.
4. Saber
las respuestas.
No hay que ser como aquellas personas que están
perdidos en el baile de su colegio. No saben qué hacer, así que solo se quedan
a la orilla y nunca se ponen a bailar. ¿Cómo es posible que hemos ido a misa
todos los domingos durante años, y sin embargo no logramos saber a memoria las
respuestas de la misa? Pues es hora de actuar nuestras conciencias y vivir bien
la misa respondiendo bien. Se responde con una voz clara y al mismo tiempo que
los demás. Debe servir un poco como eco a lo que dice el sacerdote, pues es la
forma que el pueblo de Dios participa en la misa.
5. Cantar.
Una vez escuché a un sacerdote explicar porque
siempre da limosna a los mendigos. Algunos le reprochaban, diciendo que no
sabía cómo iban a gastar luego el dinero. Respondió que “Dios no me preguntará
qué hicieron, sino si di”. De la misma forma, Dios no nos va a preguntar si
cantamos bien, pero sí, si cantamos. Si alguno tiene una voz realmente mala,
puede cantar más bajito, pero creo que Dios está muy contento ver a sus hijos
cantar en la misa.
6. Hacer
bien los gestos litúrgicos.
¿Qué hacemos en la misa? Nos paramos, nos
arrodillamos, hacemos genuflexión, nos persignamos… Todo se debe de hacer bien.
Cuando hacemos la señal de la cruz, estamos haciendo una pequeña profesión de
fe, además de invocar la protección de Dios a todo nuestro cuerpo. Esto nos
debe de motivar para hacerla bien. De la misma forma, estar bien parado para
escuchar el Evangelio o bien sentado en el momento de la homilía nos ayuda para
vivir todo con más propiedad y así vamos sacando más fruto de todo lo que
hacemos allí.
7. Poner
especial atención en la consagración.
Si hay un momento culmen de la misa, es el momento
de la consagración. Ya después del ofertorio, el sacerdote nos está guiando en
la Plegaria Eucarística. Tiene cinco
partes: prefacio, epíclesis, relato de la institución, anamnesis y las
intercesiones. La consagración está en el corazón, en el centro de todo porque
es lo más importante. La consagración es precisamente cuando el sacerdote toma
el pan y el vino en sus manos y repite las palabras que dijo Jesús en la Última
Cena. “Esto es mi cuerpo”. “Esta es mi sangre”. El pan y el vino se convierten
en el cuerpo y la sangre de Cristo. Es el momento del milagro y exige un sumo
respeto. El silencio del pueblo debe ser absoluto en este momento para poder
vivir la maravilla.
8. Vivir
bien el acto penitencial.
Viene al inicio de la misa y puede ayudar mucho
para vivirla bien. Uno no llega a una boda o a una fiesta de quince años en un
traje o vestido todo manchado. Para los pecados mortales, debemos de
confesarlos al sacerdote, pero para los pecados veniales, el acto penitencial
nos sirve como una tintorería que nos ayuda a vivir la misa con un traje bien
limpio. Mientras más vacía del pecado sea nuestra alma, más fácilmente podremos
entrar en el espíritu de la misa y orar de verdad.
9. Comulgar
con fe.
Si el momento de la consagración es culmen de la
misa en general, el momento de la comunión es el culmen individual. Pues aquí
Dios mismo viene a habitar en nuestros corazones. Acercarse con fe a este
momento ayuda profundamente para que sea de verdadero provecho espiritual.
10. Dar
gracias después de la comunión.
“¿Cómo quedó el marcador”? Muchas veces podemos
estar distraídos con cosas tan banales como el marcador de un partido de fútbol
durante la misa y en el instante que recibimos la bendición final vamos
corriendo para enterarnos de todo lo que ha pasado en esa hora que estábamos de
monjes. (ojalá que realmente no hubiera distracciones de fuera durante la misa)
Pero es muy recomendable pasar un tiempo con Jesús agradeciendo el regalo de la
misa incluso después de que se haya terminado la misa.
Si vives estos 10 tips, seguramente vivirás mejor
la misa. Todos ayudan y el buen fiel católico pone a todos en práctica. Pero
puedes empezar con uno y verás cómo va transformando tu experiencia de la misa.
Te deseo mucho éxito en la buena vivencia de la misa, pues te hará una persona
más feliz, por estar más cerca de Jesús. Bendiciones.