sábado, 27 de diciembre de 2014

Las luces del Adviento

Hoy en día es difícil recordar el sentido del adviento. Pues generalmente solo experimentamos el hastío de los días de diciembre. Hay muchos regalos que comprar, una casa que decorar y tarjetas a mandar. Quizás más que alguno se preocupa más por la foto de navidad que por la preparación espiritual a la fiesta.
En mi casa, por lo menos, uno de los elementos que más llamaba la atención eran las luces. Era muy importante decorar bien el árbol y la casa con luces. A mi mamá le encantaba. Y más que un diciembre hicimos un tour de algún u otro barrio conocido por poner luces hermosas fuera de las casas.
Pero hay otras luces de adviento. En muchas familias, se tiene la tradición de poner la corona de adviento. De hecho, en los días de preparación para Navidad, es más correcto poner la corona de adviento que las luces de Navidad. Pues todavía no es Navidad. Hay que acostumbrarse a esperar las cosas buenas.
Quizás uno de los defectos principales de nuestro tiempo es la impaciencia. No se quiere esperar a nada. Pero al final no da el mismo gusto. Pues el placer robado no es tan dulce como el placer ganado. Y si nos preparamos día por día a la celebración de la Navidad, estamos ganando un premio muy especial.
Las velas de la corona de adviento son un recuerdo de cómo es especial este tiempo. El primer domingo de adviento, que este año cayó el 30 de noviembre, se enciende una solo vela. Si uno apaga las luces, no logra iluminar bien el espacio. Pero mientras van avanzando las semanas, se van encendiendo más luces y crece la esperanza de Cristo, nuestro Salvador.
Alrededor de la mesa, se van descubriendo las caras de los demás. Pues la primera semana, apenas se puede vislumbrar las características de las demás personas. Pero poco a poco se van definiendo, hasta que la luz de Cristo esclarece el verdadero rostro del otro. ¿Por qué es tan romántico poner una vela en la mesa? Pues porque así uno tiene que esforzarse más por ver al otro y así va descubriendo la belleza que tiene tanto en el rostro como en el corazón.

Este adviento, preocúpese menos por las cosas externas de la fiesta y más por el propio corazón y los corazones de los demás. Pues estamos preparándonos para la venida de Cristo el Salvador.

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